¡Me pregunto si es pertinente seguir hablando del 25 de noviembre como fecha inmemorable y emblemática de la lucha contra todas las violencias ejercidas hacia las mujeres!
“Era noche de noviembre Allá arriba en la montaña Por un camino al abismo El Tirano de la Muerte Seguía a las tres hermanas” En un caballo de hierro, viajó esa noche la muerte. El jinete era el Tirano ¡Música, tambor, bandera! ¡No muere la libertad! Levantadas para siempre. Cayeron mártires Patria, Minerva, María Teresa
(La Tierra escrita, Sonia Silvestre)
A 64 años de la partida martirial de las Hermanas Mirabal, 3 mujeres dominicanas, asesinada por el tirano de la muerte Rafael Leónidas Trujillo en 1960, Santo Domingo, República Dominicana. Su crimen fue tan atroz, que en la Asamblea de la ONU del 17 de noviembre del año 1999, a través de la resolución 54/134, fue definido que su martirio sea recordado como la fecha emblemática de la lucha contra todo tipo de violencia hacia las mujeres.
Nos seguimos convocando, desde aquí y ahora en la misma lucha y con inmensos desafíos, que a pesar del tiempo siguen imperando. En el día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Hoy seguimos apostando a que las mujeres y las niñas, en especial las mujeres migrantes, vivan una vida libre de toda violencia. Deseamos seguir apostando a esta causa que sigue desafiando la mirada y la presencia. Sin olvidar que esta fecha tiene un sentido simbólico, memorial y real, que busca:
- Sensibilizar y denunciar la violencia contra las mujeres en todo el mundo
- Reclamar políticas públicas para erradicar la violencia contra las mujeres
- Visibilizar y reflexionar sobre todas las formas de violencia contra las mujeres
Desde la perspectiva evangélica, imagino a Jesús de Nazareth y su mirada hacia las mujeres. Sería loable preguntarse: ¿Cómo y cuál era su relación con las mujeres? Si lo pensamos en medio de ellas tendremos una mirada de acogida, liberación, plenitud y libertad para seguir su propio camino y su propio proyecto de vida, motivándolas para que cada una pueda elegir en libertad el camino de la vida plena. El maestro de Nazareth en su misión liberadora seguramente seguiría promoviendo a la mujer, como categoría necesaria y central en la construcción de un mundo mejor, porque las mujeres siempre tendemos a construir allí donde hay caos, posibilitando espacios de acogida, encuentro y contención.
Desde la realidad que nos abraza en esta amada y querida patria grande de la Argentina, vemos que cada vez más se hace necesario levantar la voz junto a tantas mujeres que sufren el flagelo de las violencias, y constatamos que tantas veces esta, viene de las estructuras sociales que promueven los gobiernos neoliberales generando situaciones de desigualdad, pobreza e involución de políticas progresivas con perspectiva de género. Una violencia que se manifiesta con su máxima crueldad en el último eslabón, en la familia.
Se sigue matando a las mujeres, y con ellas sus proyectos, sueños y posibilidades de un mundo mejor, más hermano y un poco más equitativo y solidario. Por las lecturas que se pueden hacer, pareciera que retrocedemos en materia de derechos y políticas públicas que concreticen el compromiso que tenemos con las mujeres y niñas.
Pensando en el camino recorrido que hemos realizado en las últimas décadas, percibo que a pesar del compromiso de los Estados y de tantos convenios firmados a las cuales la Argentina ha adherido como: la Convención de Belén do Para del año 1994, a la cual adhiere la Argentina en el 1996 y el amplio cuerpo normativo como son la ley 26.485; 12.569 y finalmente la Ley Micaela 15.134, entre otras normativas, no parecen ser suficiente a la hora de enfrentar el problema de las violencias hacia las mujeres. Muchas mujeres de todo el mundo siguen siendo asesinadas, maltratadas y reducidas a ocupar lugares indeseados. Es necesario que la normativa se cumpla, y que las mujeres sigamos teniendo herramientas concretas para alcanzar la verdadera autonomía, liberación y vida plena de las mujeres.
Es sin embargo, necesario hacer memoria de todos los logros que hemos sabido conseguir, tantas luchas ganadas, a pesar de las pequeñas batallas perdidas. Hoy es un día para la gratitud, por tantas mujeres que día a día, con su trabajo, esmero, esfuerzo dejan la piel para que esta soñada igualdad sea posible. A ellas, nuestra gratitud.
Como siempre, gratitud inmensa al Espacio Camino de Esperanza, programa sobre violencia de género de las Hermanas Scalabrinianas que, poniendo el cuerpo y sus vidas y su alta profesionalidad al servicio de esta lucha contra todas las violencias, lo da todo sin medida.
A este equipo, simplemente maravilloso y a todas las integrantes que han pasado por el mismo, las animo a seguir apostando en las pequeñas semillas sembradas, sigamos siendo agentes de un país socialmente justo, económicamente libre y con los valores democráticos como preámbulo de toda iniciativa. No olvidemos que somos constructoras de un mundo nuevo y una sociedad nueva, y no tengamos miedo de decir que la Patria siempre es el otro, esto siempre nos dará la claridad de elegir de qué lado estamos, siempre quisiéramos elegir el lado de la vida, da paz y de la justicia social. Las animo a seguir apostando en las pequeña semillas sembradas, porque al final:
¡No! Permanecer y transcurrir
No es perdurar, no es existir
¡Ni honrar la vida!
Hay tantas maneras de no ser,
Tanta conciencia sin saber
Adormecida.
Merecer la vida no es callar y consentir,
Tantas injusticias repetidas…
¡Es una virtud, es dignidad!
Y es la actitud de identidad ¡más definida!
Por Hna. Isabel Escarufller Caminero, mscs